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Avatar de Isabel Nogales

Me encuentro con este post por pura casualidad (¿o no?) y no creo que sea suerte, creo que son decisiones (decisiones que siempre implican también renuncias), pero tu cara de felicidad en esa foto lo dice todo, sonríes con los ojos, sonríes con la cara entera, es expresión genuina de alegría.

Así que, aún con renuncias, hay decisiones que valen la pena ❤️

Qué gusto ha sido encontrarte y leerte 😊

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Avatar de Pauli | deviajesyotrosdemonios

Hola, Isabel! Muchas gracias 😊. Totalmente, valen la pena aun con esas renuncias. Y eso que al momento de tomarlas no sabemos a dónde pueden llevarnos… es un riesgo.

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Avatar de Danie de Viaje

Creo que estas preguntas, inquietudes, incomodidades que nos traes en este texto, serán parte de un fenómeno de época. Ahora no sabemos qué decir, cómo acompañar. Tenemos miedo a la cancelación. Porque contar cómo nos sentimos puede tocar sensibilidades, hacer ruido. Yo siento como que no tengo permiso para hablar de estas cosas. Como si los privilegios que me permiten estar donde estoy hicieran sombra a todos los enigmas, insatisfacciones, frustraciones, imposibilidades que van de la mano. Puedo viajar, entonces no puedo sufrir por no tener amistades. Puedo tener amistades, pero no puedo contarles mis sufrimientos cotidianos (que no desaparecen al cruzar fronteras) por estar viajando. La cancelación es un fenómeno de esta época. La practicamos sobre quienes nos ofenden, y la padecemos cuando ofendemos sin querer o sin saberlo. Me cuesta hablar de estas cosas sin generalizar. No consigo contar algo propio porque temo que se venga esa cancelación. O, peor: un silencio. Un vacío. Que a nadie le importe. Que haya hablado “al pedo” y pierda la atención, el interés de quienes hasta hace nada se interesaban por mis historias de viaje. Pero, igualmente, creo que es necesario contar. Como podamos. Porque nos permite conectar con lo que hay de humano en todas las trayectorias: las viajeras y las no tanto. Lo que hay en común: una exigencia que nos abruma, nos consume, nos aprieta y no logramos detenernos a pensar qué límites podemos poner, o si queremos ponerlos.

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