¿Te sientes como en casa en Argentina? Me preguntó mi profe de inglés en la primera clase que tuvimos desde diferentes continentes. Me hubiese gustado decir que sí y enredarme menos respondiendo en otro idioma, pero la respuesta es más larga. Y hasta en español me cuesta responder.
Llegar a Argentina es como volver a la casa de tus padres después de varios años: reconocés el lugar pero sos tan otra persona y la casa es tan otra casa que ya no es tu lugar.
Sabés dónde están la mayoría de las cosas y hasta hay fotos tuyas en algún que otro rincón, pero siempre hay algo nuevo (o viejo) que te desconcierta.
Tu mamá y tu papá te reciben con entusiasmo. Sentís la comodidad de un hogar que te quiere pero no es el tuyo. Sos como una visita privilegiada a la que quieren consentir aunque no saben exactamente cómo.
En Argentina sé cómo funcionan las cosas pero siempre hay cambios que me desconciertan, o peor, cosas que siguen imperturbables. Veo absurdas las costumbres que antes aceptaba como naturales y extraño aquellas que incorporé a miles de kilómetros.
La mezcla de lo conocido y lo extraño se hace evidente en las situaciones cotidianas más inesperadas como ir al supermercado o tomar el colectivo (autobús).
Diría que Argentina es el país que me resulta más familiar pero no lo siento mi hogar. Quizás es ambicioso pretender sentir a todo un país como “mi hogar”. Tampoco puedo decir que haya una ciudad que ostente ese título. Lo cual es un problema. Me gustaría tener un refugio al cual volver de vez en cuando. Extraño los sitios donde he pasado más tiempo, como Inglaterra, pero estoy muy lejos de sentirlo “mi lugar".
Envidio a las personas que encontraron su rincón en el mundo. A quienes lo encontraron cerca. A quienes emigraron y descubrieron en su nueva tierra su refugio. Y, más aún, a quienes tienen dos hogares: el nuevo y el viejo.
Viajar es fascinante pero puede generar problemas existenciales.
¿Qué necesitás para que un lugar sea tuyo? Creo que un porcentaje alto de esa respuesta lo ocupan las personas, y como las personas más importantes para mí viven en diferentes ciudades, todo se hace más complicado.
Lugares favoritos en los cuales puedo estar a gusto tengo varios, pero de ahí a decir que me siento en casa estoy muy lejos. ¿Volveré a sentir que tengo un hogar? Si lo busco, creo que lo podría encontrar.
Me encantaría saber cómo es para vos. ¿Tenés un lugarcito al que podés llamar hogar? ¿Qué hace que un lugar se sienta como tuyo? (no es una pregunta retórica, podés responderme este mail o dejar tu comentario en Substack).
No creo que mi profe se imagine el torbellino que despertó su inocente pregunta. No recuerdo que me la hayan hecho antes, pero hay tres preguntas sobre nuestro estilo de vida que siempre se repiten.
¿Cuál es tu ciudad favorita?
Esta surge en cualquier conversación. Al principio respondía Estambul y me emocionaba mientras explicaba los porqués, pero con el paso de los años perdí la emoción al responder y ya no sé si digo Estambul por costumbre o sigue siendo mi favorita.
Es una ciudad que me marcó; fue un antes y un después cada vez que la pisé. Pero no sé si es mi ciudad favorita o mis recuerdos favoritos están en Estambul.
¿Dónde se van a asentar? (y cuándo)
Esta pregunta surge cuando estamos más en confianza. No pueden vivir así toda la vida, lo dicen sin juzgar, pero asumiendo que este estilo de vida tiene un final. Yo también lo creo, pero todavía no sé (sabemos) la respuesta.
Años atrás me imaginaba que sería en una ciudad grande de algún país de Europa, con museos, eventos, parques y muchas cosas para hacer. Hoy en día me inclino más por un pueblo deshabitado y rodeado de naturaleza (país: a confirmar).
¿Cuántos pantalones tienen?
Voy a ser sincera, esta pregunta la hicieron por primera vez el sábado pasado, pero me parece representativa de preguntas diferentes que apuntan a lo mismo: a cómo hacemos para vivir con “poco”. Poco teniendo en cuenta el contexto en el que nos movemos: personas que viven en casas llenas de muebles repletos de objetos que ni recuerdan (y que siempre necesitan una estructura nueva para guardar más cosas).
No lo juzgo, es muy fácil caer en ese círculo y sé que cuando me asiente, donde sea y cuando sea, voy a tener que luchar con la compulsión de tener cosas. Al igual que luché para deshacerme de ellas cuando empecé a viajar. Los documentales sobre minimalismo ayudaron.
En un momento me fui al extremo y estaba negada a sumar cosas a mi equipaje; pensaba que mientras menos llevara, mejor. Ahora creo que encontré el equilibrio, al menos uno que me sirve hoy.
Minimalismo no significa sacrificar comodidad ni dejar de lado cosas que te hacen bien.
Algo que digo en uno de los últimos videos de Youtube es que aprendí que no se trata solo de llevar lo mínimo, sino de llevar lo esencial para estar cómoda donde sea que esté. Ese video está enfocado en mi equipo de trabajo, pero creo que la idea aplica para todo.
Gracias por leerme y espero tus respuestas y comentarios 🤗.
Pauli
De viajes y otros demonios
Me siento en casa en casi todos lados…. Pero llevó un buen tiempito llegar a esa sensación. Me pasé tantos años perdida en la melancolía, e idealizando los lugares que dejé detrás. Pero algo tira, y quiero ver que es: quiero evolucionar, crecer, y aprender y me encanta estar en movimiento. Aunque, honestamente, creo que me podría quedar en París para siempre. 🌸
Mi minimalismo comienza bien cuando arranco un viaje. Lo sostengo inmaculada por varias semanas… hasta que no sé bien cómo ni cuando pero un día me veo yendo al super a comprar una valija extra 😅 y pagando por llevarla en cada vuelo, ¡que es aún peor!