Cuando llegué, hace un mes y medio, la oscuridad era total cuando me levantaba, y podía ver cómo se iban encendiendo una a una las ventanas de los vecinos de enfrente. Los cuadrados ámbar resaltaban en la negrura de la mañana todavía sin amanecer.
Es un departamento de dos pisos. En la planta baja hay un patio delimitado por arbustos que, como ahora tienen pocas hojas, dejan entrever la callecita angosta por la cual solo transitan peatones y bicicletas. El único artefacto con motor permitido es el camión de la basura. Cuando frenaba justo enfrente del patio, sus luces anaranjadas atravesaban el ventanal sin cortinas ni persianas e inundaban el comedor. Quizás porque me recordaban a las ambulancias, los bomberos y esas luces asociadas a fatalidades, me quedaba paralizada hasta que el ruido del motor se alejaba y la iluminación intermitente desaparecía.
El primer mes lo pasé encerrada en este departamento, con las lámparas encendidas la mayor parte del día y la calefacción en el número dos.
Solo salía para ir al supermercado y hacer una caminata corta de vez en cuando para despejarme. Mientras tanto, acumulaba lugares para visitar en una lista que se llamaba “Qué ver cerca de Colonia”.
Ahora, cuando empiezo mi práctica de yoga, ya entra luz por el ventanal que ocupa toda la pared.
Los niños con mochila que pasaban de noche ahora van al colegio de día.
Ya no resaltan, a través de los arbustos, las luces de las bicicletas ni del camión de la basura.
Ya no necesito prender la lámpara por la mañana.
Ya no meriendo de noche, a las 17h está todavía iluminado.
El sol entró primero en el piso de arriba y después en la planta baja. Ahora tengo que correr la mesa para que los rayos no me den directo en los ojos mientras uso el comedor como oficina. Durante la siesta, dejo abierta la puerta-ventana y apago la calefacción.
En el centro del patio aparecieron cinco flores violetas y, si me acerco, puedo ver brotes verdes del tamaño de un botón en el arbusto.
Las temperaturas subieron y, los sábados, empecé a tachar lugares de la lista “Qué ver cerca de Colonia". Visité la ex capital de Alemania, la ciudad de Carlomagno y anduve en el monorriel suspendido de Wuppertal.
El próximo fin de semana se celebra el carnaval más importante de Alemania y la gente empieza a prepararse y buscar disfraces. Yo me preparo para partir.
Partida a un nuevo país, a pisar dos ciudades que imagino llenas de edificios altos y espejados. Me desespera pensar que no me va a alcanzar el tiempo para recorrer y filmar todo lo que quiero (aunque reconozco que esto me pasa en todos los destinos).
Me intriga saber qué sentimientos me va a provocar caminar por las calles de Nueva York y Chicago.
¡Te lo cuento la próxima!
Gracias por leer y, si te dan ganas, podés responder este mail o dejar tu comentario en Substack.
Pauli
P.D. Como siempre, hay un desfasaje entre lo que escribo, los últimos videos publicados y mi ubicación geográfica 😝... Ya estoy en Nueva York.
Unas ganas de estar en Nueva York pero de estar en la calma de Colonia al mismo tiempo... Ahora entendí lo que querías decir. Hermoso texto. ¡Esperando la secuela!
Uf, cuando llegué a Torino me sentí igual. Los días eran oscuros y nublados. Yo miraba por la ventana y le decía a mi compañera: decime si no es una escena de película de terror! 😅 Lo mismo me pasó cuando vi la foto de la calle en Colonia.
Acá también, cada tanto tenemos días lindos y más claridad. Pero igual me estoy acostumbrando a los días nublados.
Buen viaje y disfrute por New York! ✨